Una fábula: Sumisión en la granja

Esta es mi primera fábula, basada descaradamente en el clásico Rebelión en la granja de George Orwell. Espero que os guste, lo leáis y que además de todo me dejéis un comentario. Creo que no es mucho pedir :P.

SUMISIÓN EN LA GRANJA, por Demóstenes

La granja González no estaba en su mejor momento. Los animales estaban muy agitados y descontentos. El viejo Paco González era un tirano, mataba a las gallinas que no ponían suficientes huevos, y castigaba a los gallos si no fecundaban a las mejores gallinas y se iban con las mediocres. La mula que utilizaban para arrastrar los más pesados fardos empujaba a base de latigazos, incluso había desarrollado un callo en su lomo que lo insensibilizada ligeramente del dolor de los chasquidos. Los cerdos eran alimentados con la peor comida y eran reprimidos de modo que únicamente se dedicaran a llenar sus barrigas, como los borregos que ni siquiera se daban cuenta que no era necesario que recibieran los mordiscos de los perros que usaba el viejo Paco para pastorearlas.

Las protestas se hacían en silencio, ante cualquier queja de los animales el dueño simplemente les amenazaba con sus fieles perros. Algunos clandestinamente se juntaron para discutir el modo en que dirigirían esa granja para dejar por fin la pobreza de lado y llevar una vida feliz en la granja que, a pesar de todo, tanto amaban. Pero eso no era lo que preocupaba a Paco González, el negocio no iba demasiado bien y no sabía cómo conseguir ser tan productivos como en las granjas vecinas. En un principio intentó ser más duro con los pobres animales para que trabajaran más, pero cierto sector que estaba totalmente de acuerdo con la sumisión le ofreció su ayuda para mejorar un poco las cosas.

- Señor, debe parecer que usted respeta más a los animales. Disminuya el número de palizas, déjeles creer que tienen un poco de libertad para tenerlos más contentos – le dijo uno de los cerdos más gordos llamado Evaristo.
- La verdad que ya me siento muy viejo, me vendrá bien un poco de ayuda, y si no va bien siempre podemos volver a los palos.

- Tranquilo señor, déjenoslo a nosotros.

Efectivamente, el nivel de latigazos de la mula disminuyeron, las gallinas ya no eran asesinadas tan a menudo y a los gallos, en vez de castigarlos, les inculcaban como verdad suprema que lo correcto era fecundar tan solo a las mejores gallinas y los convencieron tanto que consiguieron que quien no hiciera lo que Evaristo y sus secuaces consideraba correcto fuera un marginado social. A muchos de los animales este aparentemente nuevo sistema de gobierno les pareció increíblemente bueno, eran más productivos e incluso tuvieron algunos intercambios de sementales con las granjas más importantes de la ciudad. Pero no todos estuvieron de acuerdo: la mayoría de los cerdos que resultaban mal vistos por la sociedad por no querer limitarse a comer durante todo el día, gallinas que seguían protestando por los asesinatos, aunque hubiesen disminuido considerablemente en cantidad y los gallos que a pesar de no ser lo correcto preferían fecundar a gallinas menos prolíficas por razones que tan sólo ellos sabían, incluso se rumoreaba que algunos perros estaban en contra del trato del viejo granjero con los animales. Todos ellos decían que aunque vivieran mejor que antes, aún podían vivir mejor, soñaban con vivir en una granja en donde cada uno pudiera hacer lo que quisiera siempre que mantuvieran la productividad.

Tras pasar un tiempo suficiente como para dejar ya sólo como sementales a Evaristo y a los otros compañeros que modificaron el régimen del viejo Juan González, que ya pasado tanto tiempo estaba decrépito y casi inválido. Los animales contentos con el régimen en general seguían estándolo y se sentían más convencidos de que ése era el mejor modo en que podían vivir, algunas de las nuevas generaciones se juntaron con los animales que, en la sombra, hablaban de rebelión, aunque nunca llegó a haber un conflicto violento masivo. A pesar de todo, el sector de los gallos realizó un golpe de efecto que resultaría decisivo en un futuro matando a Nevado, uno de los cerdos más importantes,del que se rumoreaba que, debido a la falta de descendencia del granjero, llevaría la granja en cuanto él muriera.

Las granjas de alrededor cada vez eran más modernas, ya no quedaba ninguna más que realizara las tareas a la vieja usanza. Ya que se había quedado sin sucesor, buscó hasta encontrar al nieto del antiguo dueño y le prometió la granja siempre y cuando siguiera con el mismo sistema. El joven Juan Gálvez estuvo de acuerdo, y entre muchas celebraciones realizadas por cerdos comandados por uno muy gordo, pero bastante menos brillante, llamado Quesito.

Cuando la muerte de Paco González era ya inminente, el joven Gálvez decidió confiar en otro cerdo llamado Nobile, uno de los más delgados y más moderados que aunque había formado parte del gobierno de la granja con Quesito y Nevado, secretamente hablaba con algunos de los cerdos marginados que soñaban con formar un auto-gobierno, estaba dispuesto a ceder algo más y Gálvez, mucho más moderno que el viejo, pensaba llevar la granja de una manera algo más moderna.

Entre los lloros de unos y los aplausos de otros, Quesito anunció un día la muerte de Paco González. El joven Gálvez desde entonces empezó a ridiculizar al débil cerdo, que ingenuamente se creía el segundo mandatario de la granja después de su dueño, hasta que acabó renunciando en un ataque de indignación y enfado. De esta manera el joven granjero aprovechó para introducir a Nobile como segundo a bordo. La alegría de los sectores más progresistas de la granja era casi tangible.

Nobile anunció que a partir de entonces la granja la gobernarían los animales y que a partir de entonces la granja sería un lugar justo para todos. Casi todos los animales, en general, estuvieron contentos excepto los cerdos y otros animales que habían tenido privilegios antaño, pero sobre todo los perros que en su papel de controladores sintieron que su trabajo había sido muy importante y que si dejaban demasiada libertad a los animales y no dejaban que los controlaran la granja se volvería una anarquía, pero el granjero, que resultaba ser bastante inteligente, consciente de todo ello aseguró a los perros que en caso de ponerse las cosas feas él contaría con ellos para controlar a los animales.

El primer problema entre los animales llegó a la hora de decidir qué era justo y qué no. Algunos cerdos pertenecientes al antiguo régimen y otros del bando rebelde hicieron una pequeña carta donde incluían todo lo que ellos consideraban justo, como el derecho a poder decir lo que quisieran, a quejarse y a sentirse iguales todos ellos ya fueran cerdos, pollos, caballos o cualquier otro animal que allí habitara. Algunos de los rebeldes hicieron una de las primeras preguntas que resultaron duras para la nueva granja González y el inmaduro sistema de gobierno.

- Veo que efectivamente somos todos iguales, ¿pero qué ocurre con Juan Gálvez? Él también vive en esta granja, ¿por qué él es superior a nosotros?
- Él es el dueño de este lugar, gracias a él podemos tener esta libertad – contestó uno de los cerdos que habían sido más progresistas en la época de Paco González.
- Pero si él es el dueño de la granja, y nosotros pertenecemos a la granja, significa que él es nuestro amo. Esto no es libertad.
- Sí, es nuestro amo, pero a título representativo, es lo que dirá cuando vaya a otras granjas, además, es el único que puede controlar a los perros.
- Nosotros somos más que los perros, podemos negarnos a hacerles caso. ¿Es que acaso sólo mantenemos al señor Gálvez por miedo?
- Por supuesto que no, le respetamos por ofrecernos la libertad.
- Pero no es altruista, si sólo nos hubiese querido dar el gobierno para ayudarnos, también lo estaría haciendo ahora trabajando con nosotros como un camarada.
- ¿Estás diciendo que su labor de representación no es un trabajo? No le gusta a todo el mundo ir de granja en granja para hablar con los respectivos jefes.
- Claro que es un trabajo, pero por hacerlo gana mucho más que nosotros, tiene muchas más vacaciones y no es una labor que desgaste físicamente como muchas de las cosas que hacemos nosotros. Además que por muy mal que lo haga no le podemos echar legalmente porque es un cargo vitalicio y encima heredable.¿Por qué no creamos a un representante electo que cobre un sueldo acorde con su trabajo y responsabilidad? El señor Gálvez si quiere podría presentarse como habitante de nuestra granja.
- ¿Sabías que no respetar al señor Gálvez como estás haciendo tú es un delito que castigamos?
- ¿Y esto es una granja de igualdad?
- En esta granja todos los animales somos iguales menos el señor Gálvez y su familia.
- Ah, ¿es que también vamos a tener que mantener a su familia? ¡Ya nos basta con tener que mantener a uno así de caprichoso!
- Es que a su familia también la tenemos que respetar.
- ¿Pero por qué? La familia no ha hecho nada, al menos el señor Gálvez nos salvó de la tiranía de nuestro anterior dueño, pero ellos que trabajen y ayuden.

- Veo que no lo entiendes y insistes sobre el tema. Mira, esta es nuestra Carta de la igualdad, si no te gusta cuando preguntemos al resto de animales qué les parece tú les dices que no.

Pasó el tiempo y Juan Gálvez vivía cómodamente mantenido por los animales, él se dedicaba a visitar otras granjas de vez en cuando, pero sobre todo se pasaba el día en la piscina nadando con su patito de goma, algo que la granja económicamente apenas se podía permitir. Los perros seguían siéndole fieles, pero no tanto, tras tantos años de bonanza y crecimiento económico, los perros, excepto por un pequeño altercado que Gálvez silenció sin demasiados problemas, se portaban muy bien y vieron que su vida era mucho más cómoda sin tener que pasarse el día dándole latigazos a la mula o matando gallinas. Cuando ya pasaron treinta años, el joven Gálvez pasó a ser el viejo Gálvez y la perspectiva de la sucesión pasando a ser dueño el Toni Gálvez aterrorizada a algunos y aborrecía a muchos con la perspectiva de que alguien a quien no debemos nada pueda vivir del cuento el resto de su vida gracias al esfuerzo de todos los animales. Pero, claro, ante la más mínima sugerencia de que el dueño de la granja realice alguna tarea labriega era atajada con un correctivo en forma de azotes, encierros, más horas de trabajo o los pocos bienes materiales que poseían en comparación con el dueño.

Comentarios

Laura ha dicho que…
Me ha gustado mucho. Escribes muy bien, y la metafora me ha encantado! Me gusta especialmente lo de los cerdos, y que sean los cerdos. Bien elegido el animal. Ya, ya se que Napoleon y tal tambien era un cerdo... Pero aqui lo he sentido mas.

Y si, no hay dios que comprenda por que Juan Galvez esta donde esta y por que hay que mantener a su familia (los podias haber personificado en conejos, porque vamos...). Que no se me entienda mal, me parecen muy campechanos todos, pero no me parece justo, como dicen en la granja, que alguien tenga mas poder simplemente por nacer; aunque puestos a elegir, mejor estos que los anteriores...
Demóstenes ha dicho que…
Gracias! Me alegro mucho de que te haya gustado y de que hayas captado la metáfora :P, no es que estuviese muy escondida pero para el que lo leyese sin pensar mucho... Y sí, los cerdos parece el mejor animal que simboliza a los políticos, no sé por qué.
Feripekun ha dicho que…
Buena fábula!
Aunque creo que no he entendido el final :S
Sí, cierto que todos los políticos son unos cerdos... Pero también es cierto que uno tiene que apreciar lo que tiene, porque por querer más, siempre se puede conseguir menos.
Un saludo!
Antonio Javier Jiménez ha dicho que…
Te felicito Demóstenes, no sólo por éste artículo, sino por tu blog. Una auténtica delicia en algunos tramos.

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